El miedo es una emoción que, mezclada con la incertidumbre, crea verdaderos estragos en el desarrollo profesional. ¿Cómo va a evolucionar esto? ¿Cuáles son los protocolos? ¿Cuántas compañeras más van a contagiarse? ¿Hay EPIs? ¿Es candidato a UVI?
En un principio, nuestra planta comenzó a vaciarse paulatinamente posponiendo las intervenciones de los pacientes para prevenir un contagio de la enfermedad SARS-COV-2. Un día, casi acabando mi turno de mañana, sin previo aviso, el mapa de camas mostraba traslados e ingresos de urgencia. Las compañeras de los siguientes turnos se encargaron de hacer estas gestiones titánicas, sin separarse de sus mascarillas quirúrgicas y guantes como única medida de protección.
Cuadro clínico: fiebre con tos y/o disnea. Diagnóstico: neumonías adquiridas en la comunidad, algunas bilaterales, e insuficiencias respiratorias o fiebres de origen desconocido.
Pero no era una planta COVID, por lo que los EPIs brillaban por su ausencia.
Para la extracción del exudado nasofaríngeo, la famosa PCR, era necesario un equipo de protección individual completo al ser una técnica generadora de aerosoles. El equipo que recibimos consistía en una bata de quirófano, que no era la reglamentaria, un par de mascarillas FFP2 y unas gafas de protección. Las mascarillas FFP2 incluso a día de hoy siguen siendo recicladas, a veces durante cuatro turnos o más, sabiendo que su vida útil es de ocho horas.
Un día de esa misma semana, llego a mi planta para comenzar mi turno de noche. Habían instaurado una tercera cama en las habitaciones, pasando mi control de 24 a 31 pacientes. 16 pacientes por enfermera. Una compañera TCAE tuvo que llevar dos controles ella sola durante un turno de noche, 58 pacientes. Las enfermeras gestoras y supervisoras estaban pluriempleadas.
Nos convertimos oficialmente en una planta COVID.
Muchas ideas relativas a la organización salieron del grupo de WhatsApp de las tres unidades. Hubo compañeras y compañeros que durante el pico máximo venían a trabajar en su día libre por pura integridad profesional o se quedaban una hora más trabajando.
Aquí relato una de mis mañanas de trabajo, que podría ser la de cualquiera enfermera:
8:45. Sacas la medicación. Te lavas las manos, te pones el EPI.
Coges 31 tensiones, temperaturas, saturaciones, pulsos. Tienes 5 electros, haces 3.
10 radiografías. Sí, la 2, sí, va en silla, sí con gafas nasales a 6 litros. Gracias a ti.
Teléfono.
Inhaladores. Vx2 y Ax4. Cámara. Eche todo el aire, ahora cójalo, venga, ¡otra vez!
Comidas, glucemias, insulinas.
Raquel, la 31 se está ahogando. Voy.
Viene un médico, te pide una analítica. Okey.
Viene una médica, te pide las constantes. Hay cambios en el tratamiento. Vale, más tarde. Cuando puedas. Tengo las saturaciones de los medios. Genial, gracias. Gracias a ti.
Fiebre, Paracetamol. 2 Kaletra, 1 Dolquine.
Se ha acabado la bomba del 34. Voy. Un electro. Okey.
¿Necesitas algo, Raquel? Torundas para PCR. Cierras una puerta
Gasometría arterial. Okey. Una PCR. Okey. Cierras otra puerta.
12:30. Me quito el EPI. Manos arrugadas, sudor, taquicardia. Uf, ¡qué hambre! Me cuesta respirar, me sueno. Me lavo las manos. Bebo agua, me tomo una barrita energética. Café de un trago.
Vuelvo.
Me lavo las manos. Me pongo el EPI. Comidas, glucemias, medicación, insulinas.
Me quito el EPI. Me lavo las manos. Tratamientos. 3 nuevas analíticas, 3 electros, 5 PCRs de confirmación y de alta, 4 nuevas radiografías.
Escribo. Cuento el turno. Me lavo las manos. Me voy. Respiro. Me cambio. Me lavo las manos.
Me fumo un cigarro. Yo que estaba dejando de fumar.
Me meto en el coche. Llego a casa. La ropa a lavar. Yo a la ducha. Como. Lloro. Respiro.
Me acuesto. Me levanto. Vuelvo a empezar.
Frente a todo el estrés y la desmotivación que la dinámica y la situación global podía generar, siempre hay personas, pacientes, que a pesar de sus circunstancias tan difíciles te agradecen el trabajo por encima incluso de la profesionalidad. Pacientes que te quieren, aunque no te conozcan, y a los que quieres. Al fin y al cabo, a veces ellos son capaces de cuidarte de una manera que nadie más puede.
Pero el COVID ha llegado para quedarse. Y aunque han disminuido los contagios, el personal sanitario sigue trabajando sin descanso en plantas ahora polivalentes.
Los recortes en sanidad pública y su continua falta de inversión es una situación que ha sido criticada constantemente por los sindicatos y las mareas blancas. El ratio Enfermera/paciente en España es de aproximadamente 5 profesionales por cada mil habitantes, 3 puntos y medio menos que la media europea. Los datos referentes a las profesionales TCAEs son inexistentes contribuyendo a su invisibilización. Cuando pensamos en un hospital no vemos un bosque, vemos uno o dos árboles, pero sin todos y cada uno de ellos, ese bosque no existiría.
Todo el estrés y la ansiedad que las DUEs y las TCAEs viven con normalidad en su trabajo se vieron exacerbados en este colapso asistencial sin precedentes, confirmando todas esas protestas.
No es que no mandemos refuerzos, es que no hay personal suficiente para cubrir todas las presencias, me dijo más de una vez la supervisora. Esto me suena familiar, pensé. Esto no es nuevo.